Formas históricas de renovación y alabanza - Samuel Escobar

Todo movimiento de renovación en la historia de la iglesia deja huellas en la memoria cristiana por medio de formas de adoración y alabanza contextual tales como la música, la poesía y ciertas formas de culto. Nuestros himnarios constituyen un testimonio vivo de ese proceso histórico al cual queremos prestar atención brevemente. Los himnarios son el tipo de instrumentos que nos permite practicar la adoración a Dios tomando conciencia de que somos un pueblo cuya memoria colectiva es fuente de inspiración para el acto de adoración en el presente. Por vía de ilustración, en este trabajo he tenido a mano uno de los himnarios bautistas más difundidos en el mundo de habla hispana, y encuentro en sus páginas numerosos ejemplos que provienen de los movimientos de renovación a los cuales voy a hacer referencia.

Para el pueblo de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos, los tiempos de renovación espiritual significan momentos en los cuales se recupera una conciencia colectiva de la santidad de Dios, de su trascendencia, del hecho maravilloso de su revelación a los seres humanos, y de su poder para vivificar a la iglesia y convertir a los pecadores. La adoración, al igual que todo otro aspecto de la vida cristiana, puede pasar por períodos de fatiga y rutina en los cuales la vida del pueblo de Dios parece ser nada más que la repetición de un ritual frío y formalista. Los movimientos de renovación suelen ser movimientos por medio de los cuales la iglesia recupera su visión y su dinamismo espiritual, regresa a las fuentes de la fe, es purificada de los males que resultan de un formalismo frío que ha perdido la presencia del Espíritu y el gozo de la vida cristiana. Generalmente esta renovación lleva a un nuevo sentido de adoración a Dios y una renovada toma de conciencia de la misión; gracias a ella la iglesia puede enfrentar nuevos tiempos históricos y cambios culturales con nuevas estructuras y nuevas formas de adoración, proclamación, pastoral y servicio.

Movimientos de renovación e historia bautista

En una rápida mirada panorámica a la historia de la iglesia podemos considerar una diversidad de momentos que pueden ser descritos como períodos de renovación. 

Cuando se confirmó la alianza entre iglesia e imperio con Constantino (año 313) empezó una mundanalización de la iglesia y una decadencia espiritual, frente a los cuales surgió el movimiento monástico, como búsqueda de profundidad espiritual y santidad. De allí salieron las órdenes monásticas misioneras que con el tiempo evangelizaron lo que hoy es Europa. 
La renovación valdense, vinculada al predicador Pedro Valdo (excomulgado en 1184), como la de Francisco de Asís (1182-1226) expresaban el ideal de la pobreza y sencillez en contraste con el lujo y la decadencia moral reinantes en la iglesia de entonces. El redescubrimiento de la Biblia y la vida sencilla aparecen en el hermoso himno "Oh criaturas del Señor" en el cual toda la creación alaba a Dios. 
La protesta contra la corrupción y el sacramentalismo eran parte fundamental de la Reforma que desencadenó Martín Lutero en el siglo dieciséis, pero también lo era una profunda conciencia renovada de la santidad de Dios y un redescubrimiento de la verdad de la obra redentora de Cristo, que se expresó en himnos, sermones, comentarios bíblicos y nuevas prácticas de culto y adoración popular. 
No podemos olvidar al movimiento anabautista, cuya insistencia en rechazar el bautismo infantil iba acompañada de convicciones sobre la práctica de una vida de seguimiento de Jesús hasta el martirio, un rechazo de la sacralización del estado. 
En el siglo dieciocho surge el Pietismo, como un movimiento de renovación espiritual que ponía énfasis en la experiencia personal de la presencia de Dios y en el cultivo sistemático de la adoración y la piedad. Los hermanos moravos y el Conde Zinzendorf tuvieron influencia decisiva sobre la experiencia de Juan Wesley y el avivamiento espiritual en los países de habla inglesa, y constituyeron también la cuna del movimiento misionero protestante que floreció en los siglos diecinueve y veinte. 
Nuestros himnarios registran también el surgimiento de los movimientos de santidad en los cuales aparecen figuras bautistas destacadas como las de A. J. Gordon y R. Torrey quienes escribieron libros influyentes sobre la plenitud del Espíritu Santo, y la renovación espiritual para la misión. De estos movimientos de santidad en los Estados Unidos provino el movimiento pentecostal, cuya expansión por el mundo ha sido una de las notas dominantes de la evangelización y la misión en el siglo veinte. Cada uno de estos movimientos de renovación generó nuevas estructuras de misión que hicieron posible que el vino nuevo de la devoción a Dios, la conciencia de su santidad y el impulso a la adoración y el servicio se manifestaran en la expansión evangelizadora y el cruce de nuevas fronteras de misión.

Los bautistas latinoamericanos no podemos desligar nuestra historia e identidad de algunos de estos grandes movimientos de renovación que dieron origen también a otras denominaciones. No podemos definir nuestra identidad como si ella se hubiese forjado únicamente en el sur de los Estados Unidos. De hecho las iglesias bautistas latinoamericanas tienen raíces entre los bautistas europeos como en el caso de la Argentina, entre los irlandeses e ingleses como en el caso de Chile o el Perú y entre los bautistas del norte de Estados Unidos como en el caso de México y América Central. Al mismo tiempo que afirmamos nuestra identidad y exploramos todo su potencial renovador, necesitamos ver nuestra propia historia dentro del marco más amplio del acontecer cristiano total. Las formas de adoración que nos caracterizan no provienen únicamente de nuestra raíces bautistas, sino que reflejan muchas veces la interacción de nuestra historia con la de otros cristianos. Por otra parte, debido a que el movimiento misionero evangélico tuvo una fuerte participación de los países de habla inglesa, nuestra herencia de formas de adoración aunque proveniente de una variedad de fuentes –desde las de la iglesia primitiva hasta las del movimiento pentecostal-- ha sido mediada por las adaptaciones de esas formas al idioma y la cultura de los países de habla inglesa. Nuestros himnarios, por ejemplo, tienen melodías o letras provenientes del movimiento monástico, de la Edad Media, del mundo reformado alemán o francés y del pietismo alemán, pero que ya habían sido procesadas en Inglaterra o Estados Unidos.

Han influido sobre nuestra forma tradicional de adorar y sobre los elementos de nuestra adoración tales como la música, las experiencias provenientes de una variedad de fuentes. Recordemos, por ejemplo, que la idea misma de tener un himnario para el culto viene de la Reforma luterana y calvinista, y del avivamiento wesleyano. Cantamos melodías creadas por Lutero que reflejan bien el contexto combativo del cual surgieron como "Castillo fuerte es nuestro Dios", o la preocupación didáctica que lo llevó a escribir villancicos como "Venid pastorcillos". Era la misma preocupación que se había manifestado cuando Lutero produjo adaptaciones populares de su teología por medio de catecismos para la enseñanza de los cristianos comunes y corrientes. Se dice que la Reforma nació en medio del canto y popularizó el canto de los fieles como forma de expresión participativa del pueblo junto con los pastores. La práctica del canto congregacional tiene por un lado la influencia de la época moderna que popularizó el libro en manos del hombre común y corriente. Esta creación cultural fue posible gracias al invento de la imprenta de tipos movibles de Gutenberg , y facilitó la difusión de las ideas y prácticas de los reformadores. Pero también la práctica del canto congregacional refleja la influencia del concepto de sacerdocio universal de los creyentes. Así esta práctica presupone una comunidad que vive la experiencia colectiva del entusiasmo espiritual de un renovado sentido de adoración, y que utiliza los recursos culturales disponibles para expresar esa vitalidad espiritual.

La variante calvinista de la Reforma fue mucho más sistemática y estricta que la luterana. La radicalidad de esta reforma se manifestó en una recuperación de la estructura sinagogal del culto. Calvino quiso que la vida de la congregación regresara a la práctica de la sinagoga, y el culto en el calvinismo se desarrolló en contraposición con la misa que era la forma de culto tal como había evolucionado en el catolicismo. Junto con el sacramentalismo, el culto había pasado a ser una ceremonia en la cual el principal actor era el sacerdote y el pueblo era espectador pasivo. Aquí una vez más el formalismo medieval era criticado por los reformadores. Una expresión muy influyente de la reforma calvinista fue el Salterio de Ginebra en el cual se había metrificado salmos y se cantaban ellos con exclusión de todo otro tipo de música "de factura humana", y en algunas casos también con la exclusión de todo tipo de instrumento musical . Los movimientos de renovación espiritual rompieron con esta tradición y así el padre de la himnología de habla inglesa es Isaac Watts, quien compuso himnos en los cuales toda la vida era objeto de gratitud y adoración al Señor. Un buen índice de autores permite ver cuántos himnos que los bautistas cantan provienen de la pluma de Isaac Watts.

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