Elementos constitutivos de una teología de la adoración - Tomás Mackey

I. DIOS
1. Dios es digno de ser adorado (Sal. 145:3; Apoc. 5:12, 13, 14). En esencia la adoración es la centralización de Dios. “La adoración, en todo nivel, siempre significa Dios y la prioridad de Dios”.(4) Dios es adorado por él mismo y no como un medio para algo. Cambiar esta motivación puede convertirlo en un ídolo. Dios es adorado porque es Dios. Esto es lo que da sentido a la adoración. Dios confronta al ser humano y lo desafía a adorarle (Mateo 4:10). Este hecho es el más importante de la vida de toda persona.

2. Dios es la fuente y el sostenedor de la vida; de allí que la vida alcance su verdadero sentido en él (Sal. 73:25, 26). La adoración, pues, tiene como propósito guiar la vida a Dios y facilitar, de este modo, su apertura frente a la presencia del Todopoderoso.

3. La adoración es gratitud, es reconocimiento del don de la vida y de todo lo que se ha recibido (Sal. 145). La adoración es el reconocimiento de que todo don perfecto viene de Dios. Adorar es apreciar la vida, su autor y su sustentador. Al adorar, la persona reconoce que Dios es el soberano de quien depende; al mismo tiempo descubre su interés personal y la manera en que actúa. “La adoración es la celebración dramática de Dios en su dignidad suprema, de manera que su ‘dignidad’ se convierta en la norma e inspiración del vivir humano”.(5)

4. Precisamente por lo expuesto, la adoración no puede ser separada de la vida concreta de los seres humanos. Cuanto más expuesta a la vida es la adoración, tanto más sólida y profunda es. Por lo tanto, los contextos culturales, sociales y existenciales de los adoradores son de vital importancia. Cuanto más naturalmente la persona abre la vida a Dios, tanto más fácil y efectivamente estará conduciéndola a la adoración. Adorar es experimentar la presencia de Dios en todos los momentos de la vida.

5. Dios confronta al ser humano por ser el Señor. La adoración debe conducir a un tiempo de entrega, de confesión, de libertad. Como Dios que merece ser adorado, él es demandante (Éxo. 20:1-7). Por eso mismo la adoración es un desafío y una oportunidad para los cambios. Como el Dios que es digno de ser adorado, el enjuicia y hace demandas al ser humano.

6. Por lo dicho, la adoración es apertura en disponibilidad, entrega, sujeción, obediencia. Adorar es estar disponible para aceptar la voluntad de Dios y actuar en obediencia a él. Dios es Señor de la vida, por eso él es adorado en cada aspecto de la vida. Al adorar, la persona reconoce que Dios merece ser obedecido y descubre que es bendecida al hacerlo (1 Sam. 15:22). El adorador acepta la autoridad que el Señor tiene para ordenar y acata su mandato.

7. La adoración se basa en un hecho histórico, la autorevelación de Dios. Dios es ser personal que busca relaciones personales (Heb. 1:1, 2). La revelación de Dios no apunta sólo a señalar algo de Dios, sino a mostrar a Dios. El adorador no se encuentra con “un dios”, sino con “mi” o “nuestro” Dios. La adoración es la celebración de la intervención divina, redentora, en la historia. Al adorar se produce un profundo diálogo entre Dios y el ser humano. Adorar no es solo que el ser humano diga algo o haga algo para Dios. En realidad es un “encuentro” con Dios que ha salido a buscarlo. Al adorar, el ser humano conoce a Dios, pero principalmente es conocido por Dios (Gál. 4:1). En realidad no se busca la experiencia de la adoración como tal; se busca al adorado, o mejor aun, el adorado busca al adorador. El proceso de búsqueda-encuentro es la adoración.

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