¡Parecería que a América Latina le ha llegado la hora de volverse a Dios! Un análisis más detenido de la situación, sin embargo, pone en relieve varios motivos de preocupación respecto a la causa del Evangelio en América Latina en la primera década del siglo XXI. El autor nos plantea tres desafíos que la iglesia tiene para esta década.
Desafíos para la primera década del siglo XXI
En América Latina, el crecimiento numérico de las iglesias evangélicas, especialmente de las carismáticas o neopentecostales, ha sido tan espectacular en las dos últimas décadas que se ha constituido en motivo de estudio por parte de sociólogos especializados en la investigación de los fenómenos religiosos en nuestro continente. En varios países el porcentaje de evangélicos en relación con la población ha llegado a niveles jamás imaginados anteriormente. Tal crecimiento ha dado pie a cambios radicales en el escenario político, con el surgimiento de nuevos partidos confesionales y la elección de evangélicos a altos cargos públicos que antes les estaban vedados debido a la discriminación religiosa.
Un análisis más detenido de la situación, sin embargo, pone en relieve varios motivos de preocupación respecto a la causa del Evangelio en América Latina en la primera década del siglo XXI.
La situación eclesiástica contemporánea
Hace unos años tuve el privilegio de acompañar a John Stott, uno de los más distinguidos expositores bíblicos del siglo XX, en una gira por varios países latinoamericanos. Al predicar en una iglesia de clase media en un país con uno de los más altos índices de crecimiento numérico protestante en todo el continente, Stott observó cuán pocas personas en la congregación tenían consigo una Biblia. Para él era obvio que no bastaba que la Biblia estuviera en el púlpito: quería que sus oyentes, como los judíos de Berea que escucharon a Pablo en el primer siglo, examinaran las Escrituras «para ver si era verdad lo que se les anunciaba» (Hch 17.11).
¿Qué diría Stott hoy si visitara alguna de las muchas iglesias donde la ausencia de la Biblia es notable no solo en el auditorio sino en el púlpito mismo? Ya antes no era raro que en muchas iglesias la predicación dejara mucho que desear en cuanto al contenido bíblico. ¡Actualmente ni siquiera se pretende exponer las Escrituras! Con frecuencia ahora la predicación se reduce a una retahíla de excitantes relatos de «la vida real», que apelan a las emociones pero no invitan a la reflexión ni guardan relación alguna con la renovación de la mente que conduce a la transformación integral de la vida.
Apuntes Pastorales, Volumen XVII, número 2 / enero – marzo 2000
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