Un acercamiento socio-religioso al movimiento caristmático evángelico en el Perú - Oscar Amat y León

Podemos afirmar que la conciencia de estar viviendo una nueva era se ha generalizado como un fenómeno a escala mundial. Diferentes sectores de la población desde diversos lugares y discursos están diagnosticando el fin de una época y el inicio de nuevas formas de percibir el mundo. Antiguos valores de la sociedad industrial de occidente han comenzado a relativizarse y perder vigencia. Una nueva conciencia, que se expresa a través de los canales más variados, está emergiendo. Nos encontramos ante la crisis del proyecto de la modernidad y la aparición del fenómeno de la postmodernidad.

"Posmoderno indica simplemente un estado de alma, o mejor un estado de espíritu. Podría decirse que se trata de un cambio en la relación con el problema del sentido: diría, simplificando mucho, que lo moderno es la consciencia de la ausencia de valor en muchas actividades. Si se quiere, lo que es nuevo sería el no saber responder al problema del sentido."

La postmodernidad o el fenómeno de lo postmoderno puede ser entendido como: "...una conciencia generalizada del agotamiento de la razón, tanto por su incapacidad para abrir nuevas vías de progreso humano como por su debilidad teórica para otear lo que se avecina."

Vale decir que la postmodernidad se caracteriza por la percepción generalizada de estar atravesando una situación nueva o más actual, con respecto a aquello que por esencia es lo moderno o lo contemporáneo. Las paradojas del lenguaje nos permiten identificar, pues, un estado de superación de la mentalidad de la modernidad. Esta situación que es "post", por el carácter de actualidad y vigencia de una nueva manera de pensar, pasa a ser el paradigma desde el que se construyen las sensibilidades e interpretaciones de la realidad.

Antes que una moda académica, el tema de la postmodernidad nos refiere la problemática de la caracterización de nuestra sociedad contemporánea. En vez de constituirse en una propuesta alternativa al proyecto de la modernidad, lo postmoderno es una crítica de las incongruencias inherentes a la idea de la razón ilustrada y del progreso del hombre utilizando sus propios supuestos; radicalizándolos, exacerbándolos y exagerando las limitaciones que el proyecto de modernidad trae consigo.

"La creencia de que el mundo avanza, impulsado por la razón, a realizar, a escala planetaria, un ideal de hombre y sociedad sería sólo una ilusión. Una ilusión además peligrosa, por cuanto el ansia por ese mundo mejor justifica atropellos y genocidios. La modernidad habría originado lo contrario de lo que prometió: en vez de liberación y felicidad, opresión y barbarie. Por tanto sería necesario desestimar todo intento de explicación sintética y unitaria de la realidad. Las diferencias no pueden ser exterminadas, son radicalmente legítimas. Además la diversidad es en sí misma una riqueza."

Históricamente, el proyecto modernizante, entendido como la consolidación del proceso emancipador de la sociedad de la tutela de una cosmovisión religiosa que legitimaba un orden social inmutable, se ha manifestado a través de dos vertientes; por un lado la vertiente liberal-burguesa inspirada en los ideales de la Revolución Francesa y la propuesta norteamericana de una nación de propietarios; y la vertiente marxista, como contraparte de aquélla.

Con respecto a la primera, la modernidad aquí es entendida como la lucha contra un estado absoluto, centralizador y nobiliario. Asimismo, contra una ideología religiosa que legitimaba la naturaleza misma del orden social. De esta manera la modernidad afirma la apertura del hombre al descubrimiento de sí mismo, a la mayoría de edad de la humanidad, a la igualdad ante la ley sin acepción de personas. Es así que su misión consiste en,

"... construir un mundo inteligible, donde la razón institucionalice el juego de las fuerzas políticas, económicas y sociales en base al libre contrato entre seres iguales (...) Así la razón irá construyendo a través de la historia el proceso emancipador de la humanidad, conjugando libertad y necesidad."

Esta visión del mundo entró en crisis por las consecuencias de insatisfacción generalizada que produjo la cultura de la abundancia, por la alienación del hombre y la injusticia en las relaciones sociales que trajo consigo. De esta manera, desde los propios países desarrollados, surgen voces de disconformidad con el proyecto moderno liberal-burgués. La razón no sólo sirve para un mayor desarrollo del confort y el bienestar material, sino que, juntamente con esto, demanda una represión de la subjetividad y de las emociones, y el empleo de mayores niveles de control de una cultura tecnocrática que no permite la realización plena de las necesidades lúdicas, poéticas y simbólicas del hombre.

Desde esta misma perspectiva de afirmación del progreso de la humanidad y de la confianza en el desarrollo de las fuerzas productivas, se levanta la vertiente marxista del proyecto de modernidad como opuesta y a la vez complementaria de la perspectiva liberal-burguesa. En este caso, el problema del control de los medios de producción, planteado por el desarrollo de la razón orientada por la lógica del cálculo y el beneficio, aparece resuelta en la escatología marxista de la sociedad sin clases.

La crisis económica y política que vivieron los socialismos realmente existentes a nivel mundial y la subsiguiente crisis de la ideología marxista, han terminado por mostrar las limitaciones de la idea de una historia unitaria con rumbo hacia el progreso, que el proyecto de modernidad marxista tampoco lograba resolver.

El resultado de esto es un mundo unipolar contemporáneo donde bajo el auge de la lógica del mercado, se ha reestructurado el patrón de acumulación, en el marco de un sistema neoliberal, desprovisto de los valores democráticos que podía tener en su seno el proyecto liberal-burgués, para ser reemplazados por una situación de realismo pragmático donde la competencia sin reglas y la desigualdad de los agentes que participan en el proceso productivo, son acompañados por un fuerte proceso de secularización, desesperanza, autoritarismo y pérdida de los referentes comunitarios, como nueva identidad del proyecto moderno en tránsito a la postmodernidad.

"...una sociedad desarrollada es aquella en la que cada cual debe juzgar por sí mismo (...) [A falta] de grandes voces, que recordaban lo que era preciso hacer (...) estamos en una sociedad sin padre. Se comienza a ver lo que esto significa concretamente. Cada uno debe ser el padre de sí mismo, construir la autoridad."

Vale la pena, plantearnos ahora la pregunta sobre cuánto puede permanecer esta lógica de la modernidad en una sociedad que ya no cree en el valor de la racionalidad como fuente de bienestar y progreso para sus miembros.

“... ¿puede la secularización expandirse ilimitadamente sin atacar la base ideológica que sostiene y alimenta la solidaridad social? La teoría sociológica nos enseña que la plena vigencia de un sistema de creencias y valores vividos acríticamente es el cemento espiritual de toda sociedad, lo que transforma un agregado de individuos en una comunidad moral dominada por un mismo sentir. Ninguna sociedad... puede prescindir de un núcleo ideológico prescriptivo capaz de legitimar las instituciones y de garantizar que los cambios se desarrollen sin rupturas traumáticas."

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