Se ha dicho, y con acierto, que la adoración es la razón de ser de la Iglesia de Cristo. W. T. Conner escribió: "El primer negocio, pues, de la iglesia no es la evangelización, ni las misiones, ni la benevolencia; es la adoración. La adoración a Dios en Cristo, debería estar en el corazón de todo lo que la iglesia hiciera. Es el resorte principal de toda la actividad de la iglesia". Esto concuerda con la revelación bíblica donde se nos dice muy enfáticamente que la iglesia existe "para la alabanza de Su gloria" (Efesios 1:6)
La iglesia, por otro lado es llamada a rendir una liturgia (Adoración) continua a Dios, que es camino hacia el crecimiento espiritual, tanto personal como corporativo (Romanos 12:1-2, I Pedro 2:9-10). Personal porque el trato primario de Dios es a nivel individuo y corporativo porque la experiencia de adoración involucra no sólo aspectos psicológicos, sino sociales, culturales e históricos. Estas dos cosas son inseparables. Muchas veces la vida litúrgica, es decir, la práctica cultual de nuestro pueblo no es una manifestación de la realidad de la vida, sino que se reduce a un conjunto de prácticas religiosas separadas de la realidad, que no son otra cosa que una artificiosidad, es decir, solamente una actividad que realizamos por costumbre. Se pierde muchas veces de vista el hecho de haber sido llamados para vivir "para alabanza de su gloria". No debiéramos adorar para mantener una actividad en la iglesia, ya que esto estaría colocando la actividad como el asunto de primer orden y la adoración como secundaria. Primordialmente la adoración es nuestro reconocimiento de lo que Dios es; es nuestra respuesta por amor y no por el bien que El nos pueda hacer.
Para los bautistas, adoración cristiana es encuentro con Dios. Esto es, diálogo-revelación y respuesta. Dios se revela a sí mismo al ser humano y éste responde a esa revelación. Revelación que puede darse a través de la lectura de la Biblia, la predicación, los himnos, el bautismo y la comunión y que, entre los bautistas, es fundamentada y reafirmada por el concepto de la adoración corporativa, es decir, la adoración congregacional. En otras palabras para el bautista, el desarrollo de la vida espiritual tiene su base más fuerte en el concepto doctrinal del sacerdocio de todo creyente, que adquiere sentido y práctica dentro del marco de la congregación local.Es entonces, muy importante y significativo mencionar la constante lucha de los bautistas desde sus orígenes por mantener la centralidad de la Biblia como base de toda autoridad y fe, tanto en lo referente a doctrinas como a la práctica de la adoración congregacional.
Aunque ha habido en los últimos años algunos esfuerzos en este sentido como podrían ser cursos de adoración en seminarios; conferencias sobre el tema, algunas tan importantes como las de Berlin (1998), Niteroi, Brasil (2000) y esta en la cual nos encontramos hoy, es imposible hablar de una teología bautista de adoración, no porque no exista, sino más bien porque no ha habido ni hay una comprensión litúrgica común a todos los bautistas. Se podría decir que desde antes de sus comienzos formales, allá por la mitad del siglo XVI, la adoracón entre los bautistas se ha caracterizado por tener como base de su desarrollo, un ambiente de reacción a los sistemas litúrgicos establecidos y avalados por el estado. A eso se debe que la adoración entre nosotros se distinga por una amplia gama de estilos y formas. Estos van de lo tradicional a lo contemporáneo, es decir de lo heredado a lo actual, a lo que surge ahora, como así también de lo puramente anglo a lo más hispano y de lo más litúrgico a los más espontáneo. Creo que es importante mencionar aquí el excelente trabajo que el hermano Noel Vose escribiera y que se presentó en Berlin como base para el inicio de nuestra reflexión: “Towards a Balanced Theology Of Worship For Baptists” (Hacia una teología balanceada de adoración para los bautistas). El tema nos ayudó a iniciar un diálogo que apunta hacia un entendimiento más claro de la naturaleza bíblica de la adoración.
Lamentablemente en los últimos años se está experimentando un “desapego” a la Biblia como fundamento y guía. Puede ser algo inconsciente, pero es real. Es probable que los “aires postmodernos” estén ayudando a esta realidad. Se habla mucho de “experiencias”, de sentir, de gozar, de adoración contemporánea, de adoración tradicional, de adoración contextual, de adoración balanceada, de adoración “conectada”, de revelaciones, etc. pero poco de la Biblia. Pareciera ser más importante la experiencia con Dios que el conocimiento de la Palabra. En no pocos casos se realiza una práctica cultual más intuitiva que fundamentada en la Escritura. Un análisis que C. Peter Wagner hiciera de la adoración en nuestro tiempo resalta lo siguiente: “la adoración actual está conectada a tres fuentes importantes: 1) al sistema de amplificación de sonido; 2) al Espíritu Santo y 3) a la cultura contemporánea”. La pregunta que entonces surge es: ¿ Qué lugar se le da a la Biblia en la adoración actual . No es posible una genuina guía del Espíritu Santo sin inspiración y acción sobre la Palabra revelada de Dios. Bien lo afirmó el Dr. Samuel Escobar en Niteroi: “La búsqueda de formas bíblicas y evangélicas de adoración para el mañana tiene que ir a las fuentes permanentes de la vida espiritual: Dios el Espíritu, la Palabra de Dios, el Pueblo de Dios. Dios sigue hablando hoy como en los tiempos del salmista: en el libro de su creación y de la historia, y en la palabra de los profetas y los apóstoles.
Fuente: Authoworks.
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