Lutero y la salvación

En su exposición de la predestinación, Lutero empieza con Ro. 8:28 y nota una conexión vital entre salvación, llamado y propósito. Nuestra seguridad tiene su fundamento en el hecho de que nuestra salvación no es por suerte ni casualidad. Si dependiera de nuestra voluntad o nuestras obras, entonces sí sería por casualidad. Entonces no tendríamos ninguna seguridad de vencer a los enemigos que menciona el final de Rom. 8 (tribulación, angustia, persecución, hambre, etc.). Dios confronta a los elegidos con estos enemigos para mostrar que somos salvos, no por nuestros méritos, sino por su elección y su voluntad inmutable, que también es su amor inmutable. La elección acaba con nuestra autosuficiencia y auto-justicia. Acaba con la sabiduría carnal que resiste la idea de que la salvación viene, no por el obrar de uno mismo, sino desde fuera de uno mismo, desde Dios quien elige.

Lutero pretende recoger pruebas de la Escritura para comprobar una predestinación inmutable. Hay seis argumentos fundamentales que presenta:
  • Ro. 8:28 que dice, "los que conforme a su propósito son llamados."
  • La historia de Isaac e Ismael, y de Jacob y Esaú, en Ro. 9.
  • Ro. 9:15 que dice: "Tendré misericordia del que tenga misericordia y me compadeceré del que yo me compadezca." También Ro. 9:17,18 que dice: "Porque la Escritura dice a Faraón: Para eso mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De manera que de quien quiere tiene misericordia y al que quiere endurece."
  • Juan 10:29 que dice: "Mi Padre que me las dio es mayor que todos, nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre."
  • Juan 13:18 que dice: "No hablo de todos vosotros, yo sé a quienes he elegido..." También Juan 6:44 que dice: "Ninguno puede venir a mí, si el Padre no le trajere."
  • Sal. 115:3 que dice: "Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho." También 2 Tim. 2:19 que dice: "Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos."
Lutero afirma que estos pasajes claramente enseñan la elección.

Fuera de estas pruebas fundamentales, vemos la elección también en las acciones de Dios, como su elección de Isaac en lugar de Ismael, de Jacob en lugar de Esaú, el endurecimiento de Faraón, el hecho de que Dios sujeta a los santos a muchas pruebas y los libra de ellas, el hecho de que los buenos y sabios son pasados por alto, pero los impíos se convierten. En todos estos hechos, Dios da a conocer su elección.

La sabiduría carnal tiene cuatro objeciones contra esta doctrina.
  1. En primer lugar, afirma que el hombre tiene libre albedrío para merecer o no merecer cosas. Aunque Lutero no rechaza por completo la libertad de la voluntad, dice que la voluntad sola no tiene capacidad para alcanzar la justicia, porque es cautiva del pecado.
  2. En segundo lugar, se citan en objeción los textos que hablan de que Dios quiere la salvación para todos. Lutero dice que este "todos" se refiere a todos los elegidos, que, en un sentido absoluto, Cristo no murió por todos, sino "por nosotros" y "por muchos".
  3. La tercera objeción dice que, si el hombre no puede sino pecar, ya no peca por voluntad propia sino por necesidad. Ya no sería justo condenarlo, porque no tiene responsabilidad por su pecado. Lutero contesta, haciendo una distinción entre necesidad y coerción. Si es cierto que los hombres pecan necesariamente, también es cierto que lo hacen voluntariamente. Les gusta pecar. Así que no hay incompatibilidad entre la reprobación del pecador, cautivo del pecado, y la responsabilidad.
  4. En cuarto lugar, se afirma que esta doctrina hace a Dios el autor del pecado, si es que él quiere el pecado y endurece al pecador. Para Lutero ésta es la objeción principal. Solamente se puede contestar afirmando el propósito soberano de Dios. Dios quiere el pecado, para que pueda mostrar tanto su justicia como su misericordia.
Es interesante que al final de esta exposición encontramos algunas observaciones sorprendentes que muestran cómo Lutero añade unos aspectos dinámicos a una doctrina que no se presta muy bien para eso. Hablando del desespero de la persona que piensa no ser elegida, señala que el desespero de uno lo lleva a confiar en Cristo. El mismo temor de que uno, de pronto, no es elegido, llega a ser señal consoladora de la elección, siendo que en esta vida solamente los elegidos, y no los reprobados, temen el juicio de Dios. Además, Lutero distingue entre diferentes niveles de elección.
  • En la primera categoría están los elegidos, que se contentan con la voluntad de Dios quien los elige y confían de que son elegidos.
  • En la segunda categoría están los que aceptan la voluntad de Dios, aun si Dios quisiera contarlos entre los reprobados, pero esperan estar entre los elegidos.
  • En la tercera categoría, el máximo nivel, están los elegidos que se resignan al infierno si así es la voluntad de Dios.
Tenemos un ejemplo de esto en Pablo, quien estaba dispuesto a ser apartado de Dios, para el bien de sus compatriotas. Aquí vemos un amor verdadero que quiere la voluntad de Dios por razón de Dios mismo y de otros, no para obtener algo para sí.

En esta forma se expresó Lutero en sus confe­rencias sobre Romanos. Como ya sabemos, Erasmo, en 1524, atacó directamente la doctrina de la predes­tinación en su obra Del Libre Albedrío. En su respuesta, Del Siervo Albedrío (o "De la Voluntad Determinada"), Lutero llega a la expresión más fuerte del concepto de la predestinación.

Al concepto de Erasmo, de que el hombre es libre y determina su propio destino, Lutero opone la voluntad todopoderosa de Dios, quien opera todo en todas las cosas. Es Dios, no el hombre, quien opera la salvación. Incluso, es Dios quien obra todo en todas las cosas. Por lo tanto, todo lo que ocurre, ocurre por absoluta necesidad. La voluntad de Dios, siguiendo el concepto de Duns Escoto, no es determinada por ninguna causa fuera de sí. Porque él lo quiere, lo que ocurre debe ser bueno. Dios obra también en los malos, pero de ellos es la culpa cuando hacen el mal.

De hecho, la voluntad del hombre solamente puede actuar cuando es movida por energía divina. Esto no quiere decir que la voluntad es obligada, porque la voluntad actúa según su propio deseo e inclinación, sin embargo, la voluntad sólo alcanza la realización del bien, cuando Dios actúa sobre ella. El hombre es como una cabalgadura: el hombre quiere lo que quiere Dios o el diablo, según sea conducido por el uno o el otro.

Nosotros no sabemos por qué Dios convierte a algunos y deja a otros liberados a la destrucción. Este es un asunto reservado a su secreta voluntad, acerca de la cual no podemos atrevernos a inquirir. Sólo podemos orientarnos por su voluntad revelada.

En todo esto, el propósito central de Lutero es demostrar que el libre albedrío es inconcebible y que la gracia es el único agente en la conversión. Para él, la afirmación del libre albedrío lleva otra vez a la salvación por obras, cuando la esencia del evangelio es que la salvación es obra de Dios.

En la práctica, Lutero hacía una distinción entre la voluntad secreta, escondida, de Dios, y la voluntad revelada que muestra el deseo de Dios de que todos se salvan. Esto explica porque no encontrarnos un énfasis tan grande sobre la predestinación en los demás escritos de Lutero.


Donner, Theo G. Una introducción a la teología de la Reforma. Medellín: SBC, 1987. pp.189-193




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